La única carta que te escribí.

La otra noche creí sentir tu brazo sobre mi cuerpo cuando dormía, y claro, así fue como desperté de una de las peores pesadillas que he tenido siempre, perderte. Porque ahora más que nunca siento que te has ido, y que vuelvas, se me hace más difícil. Y bueno, te veo tan feliz que incluso me parece egoísta pedirte que vuelvas, pero es que me muero por que lo hagas. Porque qué razón tenia aquel que dijo que qué difícil es olvidar a aquel que te hizo olvidarlo todo, y es que nunca vi más verdad en unas palabras, y es que nunca unas palabras te hicieron justicia de tal modo. Y es que es cierto, eres la única persona que me hace sentir viva, y sobre todo a salvo. Que el miedo atroz que te tengo se fuga en el momento en el que tus dedos acarician mi cara, y es que no sabes lo que me supone notar tu piel en contacto con la mía, tus manos limpiando mis lágrimas, en definitiva, sentir que me quieres aunque sea un rato, aunque luego se te pase y duela.

Hoy me pasan facturas mis mentiras, mis malos actos, mi mala cabeza y el haberte hecho daño y que estúpida fui al pensar o creer, igual esperar, que estarás cuando me diera cuenta de que había perdido lo único que me mantuvo en pie durante dos años. Me equivoqué al pensar que tú eras el mal y no la cura y mira ahora; ahora sigo pidiendo a gritos tu voz en mi cuarto, tu olor en mi ropa, tu pelo en mi almohada y es que encontré todo lo que siempre había querido y me pudieron las ganas de querer más. Ahora sé que por más que digas que soy una exagerada, que no hay nadie como tú para hacerme feliz, para ponerme nerviosa, para hacer que me piense mil veces qué ponerme y que aun así me sienta la persona mas insignificante del mundo cuando tú apareces.

Sé que te he perdido, lo veo en tu forma de mirarme, en tu desgana. Pero también sé que voy a hacer lo que este en mi mano para volver a tenerte, para que quieras tenerme. Y es que pase lo que pase, mientras tanto, estoy aquí, para ti. Porque cualquier cosa me vale con tal de que me quieras un rato.