sábado, 15 de febrero de 2014

Paradoja.




Sé volar. Por extraño que parezca, aprendí hacerlo después de que me cortaras las alas, aunque el mérito no es solo mío, también lo hice a raíz del empeño de muchos que decían que podía lograrse a través de otros métodos como pueden ser beber más de la cuenta y sentir que te va a estallar la cabeza al despertar, bailar toda la noche y sufrir el dolor de pies al día siguiente, y reír hasta tener parar porque te duele la barriga. Sí, todo métodos que acaban teniendo una serie de efectos secundarios que no son demasiado deseados, pero que también te hacen ver que al fin y al cabo merece la pena, que no importa pasarlo mal si antes (o después) todo ha sido (o será) bueno. Venga, no os lo toméis todo al pie de la letra, sé que entendéis lo que quiero decir, no estoy diciendo que las resacas y el dolor de pies sean algo maravilloso.
Aprendí a volar y desde aquí arriba todo se ve de otra manera, ya no importan los esfuerzos ni lo ratos malos invertidos cuando te das cuenta de que los beneficios superan de forma casi imposible a los gastos ("defecto profesional"). Sonreír a alguien que en realidad no soporto o en el momento que menos me apetece, ya no me lo tomo como un acto de falsedad o un arrebato de aparentar lo que no soy o lo que no siento, simplemente lo hago porque espero la recompensa de ver cómo me devuelven la sonrisa o cómo ilumino la mirada de aquel que acaba de cruzar conmigo.

No comparto la idea de cambiar de forma de ser para que todo en general cambie, pero sí que creo que se puede mejorar (sonreír) para esperar que el mundo te devuelva la sonrisa.

2 comentarios:

  1. Precioso, me ha encantado. Lo importante es volar, aun que en un pasado lo hayas pasado mal, ahora eres libre. Muy bonito.

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  2. Muchas gracias, me alegro de que te guste y de que te hayas pasado. Un beso grande.

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