Decían que solía tener
luz propia, que era
sol, que el día se alegraba si salía, que era puro fuego. Ahora,
luna, sólo brilla si es un segundo el que le aporta
luz. Se apagó el
brillo de sus ojos. Ya no sale, y si lo hace, desea no ser vista. No quiere que la conozcan, sabe que eso sólo le dará el poder a otros de destruirla, sabe que todos se irán tarde o temprano. Quedará
vacía.
Ya no viste de
color. Juega con las sombras mientras la lluvia (fiel amiga) la acaricia y hace cosquillas, ella ríe. Es la niña de los ojos tristes, es ella, la de la
sonrisa forzada.
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